39Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.
40Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan; y se quedó allí.
41Y muchos venían a él, y decían: Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad.
42Y muchos creyeron en él allí.
I. Las promesas temporales de Jesús
A. El problema
B. El malentendido
C. El milagro
II. Las promesas eternas de Jesús
1Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.
2(María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.
3Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo.
4Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
5Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.
6Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
7Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez.
8Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?
9Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
10pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.
11Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.
12Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará.
13Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.
14Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto;
15y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.
16Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.
17Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.
18Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;
19y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.
20Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.
21Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
22Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
23Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
24Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
25Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
26Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
28Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.
29Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.
30Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.
31Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.
32María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió,
34y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.
35Jesús lloró.
36Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.
37Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?
38Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima.
39Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.
40Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
41Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído.
42Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
43Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: !!Lázaro, ven fuera!
44Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.